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Hace un par de años, llegaba a la parrilla de Netflix una miniserie denominada Halston. Para muchos que no conocían la vida de este gran diseñador estadounidense, podía parecer una ficción más, que combinaba la vida neoyorkina, con el mundo de la moda, de la noche y los grandes locales de fiesta del momento. Pero nada más lejos de la realidad y es que lo cierto es que Roy Halston fue uno de los principales diseñadores del Nuevo Mundo en la segunda mitad del siglo XX.
Si todavía no has visto la serie y quieres saber un poco más acerca de la historia de este gran diseñador, te invito a seguir leyendo, sin duda una vida que merecía pasar la pantalla y ser conocida por todos, llena de tramas interesantes que nos pueden hacer pensar.
La vida de un diseñador exquisito asiduo al Studio 54
Roy Halston nació el 23 de abril de 1932 en Iowa. Creció en una familia de clase media, en un entorno rural, algo muy contrario a los gustos exquisitos del que se convertiría en un habitual de la noche neoyorkina. Para evadirse, su única vía de escape era el dibujo y ya desde muy pequeño comenzó a diseñar todo tipo de sombreros de lo más originales.
Llegado el momento de dejar su casa para trasladarse a la universidad, un joven Halston optó por Chicago, pero pronto dejaría sus estudios para matricularse en la escuela de artes.
Dado su gran talento, no tardó en dedicarse al mundo de la moda, primero como patronista y, posteriormente, como escaparatista en unos grandes almacenes de la ciudad.
Ya a finales de la década de los 40, cuando el New Look de Dior se había convertido en sinónimo de estilo y elegancia, Roy comenzó a diseñar sombreros. Tal fue la calidad de sus diseños y el éxito alcanzado entre el público, que en 1957 pudo mudarse a la que se convertiría en la ciudad de sus sueños, Nueva York.
Recién llegado a la Gran Manzana, con tan solo 26 años, comenzó a trabajar de la mano de la gran diseñadora de sombreros Lilly Daché, realizando además creaciones para los grandes almacenes Bergdorf Goodman. Esto se traducía en que las grandes mujeres de la alta sociedad neoyorkina llevasen a todo tipo de eventos un Halston, lo que hizo que su nombre corriese como la espuma.
Grandes hitos en la carrera de Halston
El primer gran momento de la carrera del diseñador fue, sin duda, cuando la que se convertiría en primera dama del país, Jacqueline Kennedy, se puso en contacto con él a finales de 1960 para que diseñase el sombrero que luciría en la ceremonia de inauguración de la presidencia de su marido que tendría lugar en enero de 1961.
El éxito estaba asegurado gracias al pequeño pillbox, que se convirtió no solo en una pieza clave de las creaciones de Halston, sino también en un icono de estilo de la propia Jackie.
Esto fue tan solo el comienzo de una gran relación y el impulso que necesitaba la carrera del diseñador para triunfar.
Siempre bien rodeado y es que entre sus amigas, clientas habituales, modelos y musas se encontraban mujeres de la talla de Liza Minnelli, Bianca Jagger, Carolina Herrera, Paloma Picasso o Elizabeth Taylor. También muchos hombre importantes pasaron por la vida del diseñador, ya sea como mera inspiración a su trabajo o bien en el ámbito afectivo-sexual, como por ejemplo Lester Persky, Andy Warhol, Yves Saint Laurent o Víctor Hugo.
Otros grandes momentos de su carrera vividos en los años 60 fueron la inauguración de su primera boutique, en 1966, cuando se decidió a diseñar también ropa, y la apertura de su salón en la gran Avenida Madison.
Pero cuando la subida al éxito es tan apoteósica, la caída es de lo más estrepitosa. Y eso fue lo que le ocurrió a Halston, que combinaba su gran carrera como sombrerero, con la vida nocturna plagada de alcohol, drogas y sexo.
Los grandes gastos que este estilo de vida suponía, sumado al cierre de lo que se había convertido en su segunda casa, Studio 54, con la decadencia que esto supuso para el diseñador, llevaron a que Halston se viese obligado a vender su firma a Revlon a mediados de los 80.
Pero, como se suele decir, las desgracias nunca vienen solas. Y por aquel entonces, Roy fue diagnosticado de una enfermedad muy extendida por aquel, SIDA, que le llevó a la muerte tan solo unos años después, en 1990.
Una vida de excesos, en todos los sentidos, tanto a nivel creativo, laboral y social, como en los aspectos más negativos del término.
Y como dice la frase atribuída al actor James Dean, Halston vivió rápido, murió joven y dejó unos impresionantes diseños, todo un legado de exquisitez, elegancia y buen gusto.
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