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Que su apellido no os confunda, Manolo Blahnik es uno de los diseñadores españoles con proyección internacional más famosos de las últimas décadas. Es posible que hayas escuchado su nombre al hablar de zapatos y es que los “manolos” se han convertido en todo un sello de identidad de la marca, que no solo ha llegado a muchas caras conocidas a nivel mundial, sino que ha trascendido la pantalla, convirtiéndose en uno de los iconos de la mítica serie Sexo en Nueva York, y es que estos zapatos eran una de las pasiones de Carrie, su protagonista.
¿Pero sabes quién está detrás de los famosos zapatos con nombre y apellido? A continuación, te cuento toda la historia de un diseñador al que la propia Anna Wintour ha catalogado como “el ángel de la moda”.
Manolo Blahnik: Su vida antes del diseño de calzado
Manuel Blahnik Rodríguez nació el 27 de noviembre de 1942 en Santa Cruz de la Palma. De madre tinerfeña y padre checo, de ahí su mítico apellido, el canario creció, junto a su hermana Evangelina, en un entorno de lo más típico en las islas, entre plataneras y mucha cultura autóctona.
Desde muy pequeño empezó a mostrar su pasión por el diseño de zapatos, comenzando a confeccionarlos a una edad muy temprana, con todo tipo de materiales que encontraba a su alcance. Esta pasión le llegó directamente de su figura materna, quien durante la dura época de la Segunda Guerra Mundial elaboraba su propio calzado.
Pero a pesar de esta temprana pasión, cuando llegó el momento de decidir cuáles serían los estudios que cursase, Manolo decidió optar por Derecho Internacional, carrera que comenzó en el año 1960 en Suiza, en la Universidad de Ginebra. Una vez concluidos estos estudios, siguió formándose en el ámbito de las letras, en esta ocasión en Literatura.
Pero pasado el tiempo, Blahnik se dio cuenta que lo que de verdad le entusiasmaba era el diseño, razón por la continuó formándose, en esta ocasión en la Escuela de Bellas Artes de París, enfocándose después en la escenografía, en la Escuela de Arte del Louvre.
Su trayectoria profesional en el mundo del diseño de vestuario dio un vuelco con la oportunidad que se le presentó en 1970, cuando Manolo, en una visita a Nueva York, pudo presentar sus diseños ante la que por aquel entonces era redactora jefe de Vogue USA, Diana Vrelaand.
Y así fue cómo el diseñador se planteó dedicarse de manera íntegra al mundo del calzado, a través de un consejo de la propia editora.
¿Cómo fueron sus comienzos en el mundo de la moda?
Cualquier meta que se proponía el joven canario se convertía en todo un reto por el que luchar y trabajar, motivo por el cual, una vez tomada la decisión de enfocarse en el diseño de calzado, Manolo Blahnik comenzó a visitar las mejores fábricas de calzado italiano, así como algunos de los grandes artesanos del sector. Compaginó interés y prácticas para llegar a convertirse en lo que es hoy, uno de los principales diseñadores de calzado del mundo.
Y es que su trabajo fue toda una revolución. En un momento en el que las plataformas eran tendencia, allá por los años 70, el palmero se arriesgó a optar por los tacones de aguja de alturas vertiginosas, poniéndoles como nombre “manolos”.
Muy pronto, gracias al apoyo recibido, a un trabajo exquisito, por parte de algunas personalidades de lo más reconocidas como Sarah Jessica Parquet, Anna Wintour u Olivia Palermo, entre otras, estos zapatos llegaron a estar considerados dentro de la categoría del calzado de lujo.
Abrió su primera tienda en el año 1973 en Londres, en el barrio de Chelsea. En 1977, tras mudarse a Estados Unidos, decide abrir su primera boutique en el continente americano.
Tras los grandes éxitos cosechados a lo largo de su carrera, con múltiples títulos y premios de por medio, Manolo Blahnik decide diversificar su imperio en el año 2018, momento en el que anuncia que comenzará a crear también calzado masculino.
Cuatro décadas de creaciones dan como resultado el sobrenombre, más que merecido, del Rey del Zapato. Y es que como dijo en una ocasión el diseñador, “no tengo vida, trabajar me encanta”, y solo hace falta ver el resultado para darse cuenta que así es, una pasión convertida en arte.
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